Sucedió en el carril bici (III)
En el carril bici son frecuentes los piques. Los seres humanos somos competitivos por naturaleza, y la civilización nos ha dejado sin las formas más directas de pasar por encima del vecino. La bicicleta se convierte en una válvula de escape de este sentimiento natural. Dos personas, dos bicis, un único carril, la misma dirección… Los acontecimientos se precipitan y la carrera está servida. Por eso se ven personas corriendo a carajo sacado, no por ahorrarse el alquiler o para evitar llegar tarde.
No es como salir de un semáforo, que depende del coche que tengas; aquí son tus piernas, tus reflejos, tu cojones los que marcan la diferencia. Si hay alguna compensación real (quedarse con el último hueco, lucirse ante un congénere de otro sexo) mejor que mejor; si no, también es una sensación estupenda. Llegas derrotado, pero satisfecho; un macho-alfa del carril, un atleta de andar por casa. Lo malo es que la cosa no está organizada. No hay división de categorías ni por pesos ni por calidad del vehículo. Con las bicis de alquiler hay cierta homologación y los mano a mano son antológicos. Lo que podría ser un aburrido desplazamiento se convierte en una prueba, en una proeza atlética. No me extrañaría que por internet se convocaran carreras ciclistas ilegales en las noches de los fines de semana. El espíritu competitivo propio de nuestra condición humana ha encontrado otra forma de expresarse. Y barata.
Fuente: El Correo de Andalucía / Miguel Rodríguez-Piñero Royo / Catedrático de Derecho del Trabajo